jueves, noviembre 02, 2006

Cadenas laborales

Talvez simplemente nos embaucaron, capaz que eso del descanso y el equilibrio entre el placer y la obligación, no son más que un cuento para sustentar el esquema.

La nueva cultura de competitividad que es producto de la globalización y la oleada tecnológica, nos ha sumergido en una carrera por la calidad y productividad, no importa a costa de que.

No tolero la mediocridad, pero no creo en los excesos.

¿Hasta dónde deben llegar los sacrificios (familias, amigos, horas de descanso…) cuando la compensación al esfuerzo se resuelve con más trabajo?.

¡Hay que competir para sobrevivir!, ¿existe otro camino?.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vos sabes que yo he pensado mucho en eso??? Yo tampoco avalo la mediocridad, pero la obsesion con la competitividad esta convirtiendo a las personas en esclavos del trabajo, donde ya no tienen tiempo para nada mas que para el trabajo. Yo no se, pero a mi me gustaria tener un brtee donde yo pueda dar lo mejor de mi y al mismo tiempo tener "vida", es decir, intereses, tiempo pa los amigos, la familia, la vagancia (con moderacion por supuesto) y otros hobbies. Uno sabe que cuando hay que bretear hay que bretear, pero el ritmo actual lo que genera son personas estresadas, sedentarias, con las arterias colmadas de grasa y abstraidas de cualquier otra cosa que no sea lo laboral. Yo veo ejemplos a cada rato...

Adrián dijo...

Marce: Exacto, vemos ejemplos a cada rato porque nos han enseñado que para ser buenos trabajadores y llegar a alcanzar el éxito es necesario colocar el trabajo como LA PRIORIDAD, y si sobra tiempo, vea a ver en que curso se mete(aprenda ingles en 5 meses, lea 2000 palabras por minuto...) que lo capacite para desempeñar mas labores.
Y como decís, si hay que trabajar se trabaja, pero todos ocupamos estar de ociosos de vez en cuando. Es necesario para recargar pilas y degustar la vida antes que LA PARCA llegue.

Anónimo dijo...

Lo de las 2000 palabras, ni me digas,que yo me embarqué increible con esa gente por no leer la letra pequeña